Una curvy para el Alfa

Chapter 6



Chapter 6

Tatiana

—Fui yo... no fue culpa de ellos— decía Sebastián apareciendo en la puerta de mi casa como si nada hubiese sucedido. Como si él y yo fuéramos amigos de toda la vida y él podía entrar y salir de aquí como si fuera su hogar.

—¿Cómo te atreves a entrar a mi casa?— pregunto molesta.

—Yo solo... quería clarificar que utilicé mi comando para que ellos vinieran conmigo—.

—¿Por qué harías algo así? ¿Por qué te meterías en mi vida?—

—Yo solo estaba preocupado... por un momento pensé que otro alfa... — dice y puedo ver de reojo a mis hermanos pegados de la pared casi temblando.

—¿Qué otro alfa me había invitado a una cita? ¿Eso es lo que te preocupa?—

—Yo solo estaba intentando protegerte, Tatiana— dice pronunciando cada palabra con suavidad y más aún mi nombre.

—¿Por qué me protegerías?— veo como él traga saliva.

—Porque puedo hacerlo. Porque ese tal Andrés no es un alfa, pero no es un buen hombre tampoco... — dice este hombre descarado como si él fuera mi dueño.

—¿Y a ti qué te importa? ¿De cuándo acá mi vida es tu problema?— le espeto. Él se acerca a mí y puedo ver que se está conteniendo.

Nunca pensé que iba a tener este momento, esta oportunidad de enfrentarme a mi Injusto pasado de esta manera. Pensé que iba a ser una exiliada de la manada y ya está, que nunca los volvería a

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Pero el destino mostraba otra cosa, y aquí estaba, el mismísimo alfa, en mi casa, diciendo que se preocupaba por mí.

—Niños... vayan al cuarto— les digo viéndolos y ellos me lanzan miradas preocupadas.

—Tú sabes que nosotros igual podemos escuchar todo... ¿no?— dicen al mismo tiempo.

—¡Vayan ahora mismo!— grito y ellos salen apurados subiendo las escaleras. Yo siento que no puedo respirar de los furiosa que estoy.

—Si yo quiero cuidar a mi gente lo haré, siempre lo haré— me responde Sebastián y yo me acerco a él.

Es increíblemente alto y yo de casualidad creo que le doy al hombro. No debería hablarle a un alfa así… pero posiblemente no pueda pensar de lo molesta que estoy y lo empujo en el pecho, él da un mínimo paso hacia atrás, pero estoy convencido de que mi fuerza no es nada en comparación a la de él.

—¿Ahora yo soy de tu gente? ¿Es eso lo que me quieres decir?— Le digo y él no responde.

—Porque no era tu gente cuando todos me señalaban injustamente cosas horribles. No era nadie importante cuando me hacía maldades en la manada y nadie me ayudaba. ¿Dónde estabas cuando me decían nombres? ¿Dónde estaba el gran Sebastián cuando me empujaban y me decían barbaridades?— digo rabiosa.

Lo veo respirar agitado, parece que a punto de atacar. Siento que su lobo está por salir… pero yo no pienso.

—¿Y cuándo yo lloraba porque me quemaron mis cosas? ¿Cuándo las omegas me trataba mal? ¿Dónde estabas tú?— Le preguntó los gritos desesperada. Pero él sigue sin decir nada, por supuesto, ¿qué va a decir?

—Estabas así como ahora... en silencio. Eso era lo que hacías, te quedabas callado. No hacías nada... — decía yo y lo miraba fijamente, y él parecía perdido, no debe estar acostumbrado a que los demás lo traten así.

—Tatiana... — decía él suspirando

—Perdón… estoy mintiendo… si hacías algo... — digo y suspiro.

—Te reías, te burlabas de mí, y cuando tu padre te dijo… me tomaste por el brazo y me arrastraste…— le decía yo y le mostraba mi brazo, aún tenía pequeñas marcas de donde él me había tomado. Sus manos tomándome con odio y fuerza. Él abre los ojos en horror.

—Pero eso no era lo que más me dolía... tú me apartaste de mi única familia. Tú no mereces estar en mi casa, es pequeña y no es mucho, pero es mi hogar—

Es obvio que él sabe que lo que yo digo es verdad y lo veo cerrar sus manos en puños conteniendo su rabia.

—Hice lo que la manada consideró correcto… pero ahora…— dice y lo veo sufrir controlándose.

—Vete de mi casa... — le digo firme.

—No me voy a ir— dice firme y su boca es una línea, ahora parece más grande, como una torre sobre mí.

—Vete inmediatamente o llamo a la policía— insisto levantando mi cabeza y viéndolo con odio, él parece que temblara.

—Puedes llamarla, pero no voy a mover un pie de aquí—

—Este no es tu territorio y tú aquí no mandas, ¡vete de aquí! ¡Vete de una vez por todas! ¡No eres bienvenido aquí!— digo intentando empujarlo, pero sin lograrlo.

—¡No le hables así a tu alfa!— dice gruñendo, como poseído, levantando su voz y por un minuto vuelve otra vez a mi miedo, el terror que siempre he sentido y siento un estremecimiento. Pero algo dentro de mí vuelve, la única idea que me había mantenido sana durante todos estos años.

Que yo ya no era una de ellos. Que yo era libre y que podía decidir mi vida. Que yo aquí no era Tatiana, la humana sucia, la chica gorda de quien la gente se reía. Aquí yo era simplemente Tati, la mesera, amiga de todos. Una chica simple y normal.

Y esa normalidad era mi protección... ellos ya no podían dañarme. Yo ya estaba muy lejos y aun cuando ellos habían vuelto, iba a ser momentáneo. Esa idea era mi tabla de salvación y yo no podía soltarme de ella.


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