El empresario del corazon roto

Chapter 14: La chica del sombrero rojo



Chapter 14: La chica del sombrero rojo

Desde el martes he desayunado como rey, como rey es poco, posiblemente como sultán. De pronto

todo lo que no comí por años se ha acumulado en este semana y me hace sentir tan vivo que no sé

como asimilarlo. Isa es excelente chef y tiene un sazón en la comida que me hace recordar a los

mejores restaurantes en los que he comido, no sé si sea porque yo he llevado a mi cuerpo hasta el

grado de la hambruna que siento que cada sabor, cada platillo y cada especia son definitivamente una

delicia.

Cuando llegó el primer menú por la mañana, lo abrí con tanta premura que ni siquiera me fijé en la

nota que ella me enviaba, con una hermosa letra cursiva que decía bon appetit, gracias por ordenar en

amistoso menú. Recuerdo que leí la nota una y otra vez con su voz repitiendo cada palabra, después

la guardé en el cajón de mi escritorio, donde acumulé cinco que aunque decían lo mismo me daba un

poco de pena tirar.

Quería llamarle para agradecerle y que me contara como es que escogió este menú sin embargo, por

un problema que hubo en la empresa que me llevó a una ronda de juntas interminables, no pude

comunicarme con Isabel por las tardes como planeaban hacerlo ya que llegaba extremadamente tarde

y no quería molestarla. Pero sus ricas recetas me mantenían en contacto con ella y debo admitir que

la curiosidad de conocerle el viernes era algo que me movía por el resto del día.

Así que por fin, el jueves por la tarde pude llamarla, sin que Vivianne me estuviera enviado correos

como si fuera una locura y que yo tuviera que hacer videollamadas con mis socios y accionistas, para

al menos ponernos de acuerdo para la tarde siguiente.

―¿Cómo sabré que eres tú? ― Le pregunto.

―Pues, puedo enviarte una foto si quieres, o podemos hacerlo emocionante, ya sabes... "llevaré una

rosa roja" y tú "llevarás un clavel" ― Bromea y luego se ríe.

―No sé si con tanto frío sea bueno llevar rosas y claveles.

―La foto será...

―No, no... ya sé... puedes llevar una bufanda de un color ¿qué te parece? ―

―No tengo bufandas de colores pero... ― Y me manda una foto que temo abrir, pero cuando lo hago

me pone la foto de un sombrero de ala de color negro de lana.― Puedo llevar este sombrero y lo

verás.. es color rojo así que sé que me verás ¿qué te parece?

―Perfecto.― Contesto

―Y yo ¿cómo voy a saber que eres tú?

―Me acercaré a ti y sabrás que soy yo.

―¿Cuánto misterio? ¿No tendré que llamar a la policía para que estén alertas?

Me río.

―No, claro que no...te prometo que todo estará bien.

Ahora la escucho suspirar. Parece ser que Isa está igual de preocupada que yo por lo que va a pasar

mañana.

―Sí sabes que, ¿lo que pase mañana definirá muchas cosas?

―¿Cómo cuáles? ― Pregunto.

―Pues, mañana que me conozcas se rompe este tipo de encanto que hay en el teléfono y tú decidirás

si me sigues hablando o no... aquí veremos si perdura o termina.― Contesta firme.

Me quedo en silencio un momento, porque tiene razón, al conocernos todo el misterio que nos

emociona pasará a ser tangible, real y posiblemente puede llegar a ser decepcionante para alguno de

los dos o en el peor de los casos para los dos. Pero, en realidad ¿qué es lo que buscamos de esta

situación? Sólo conocernos ¿verdad? No es que estemos buscando algo más.

―Iremos a comer un croissant, tomaremos un chocolate caliente...― Resumo.

―Eso haremos...― Responde ella en un hilo de voz.

―Después regresaremos cada quien a su casa y esperamos.

―¿A qué?

―A ver si alguno de los dos llama primero...― Finalizo.

―¿Qué pasa si uno de los dos le quiere hablar al otro pero al no recibir la llamada del otro piensa mal

y no habla y ambos nos quedamos esperando?

―Nos enviaremos un mensaje una hora después que diga: "Gusto en conocerte" y sabremos que el

otro no quiere.

―Mucho protocolo... pero, si funciona.― Contesta ella simpática.

―Y si queremos que esto continue hablamos tan solo lo pensemos... ¿qué te parece?

―Me parece...

El silencio reina entre los dos de nuevo pero esta vez es con una mezcla de nerviosismo. Me siento en

sobre el sofá y en lugar de prender la televisión veo hacia el balcón un lugar al que nunca salgo

porque no me apetece, pero que ahora encuentro fascinante. Observo que el cielo comienza a

obscurecerse y que pronto de terminará el día para dar paso al siguiente, y por primera vez no digo mi

típica frase "otro día se va y otro llega, qué porquería" si no que abro la boca y le digo a Isa.― Seguro

mañana neva.

―Lleva un abrigo.― Me responde ella.

―Tú también.

En eso ella corta la llamada y no porque no tenga nada más que platicar si no porque mañana será el

día que nos conoceremos y supongo que quiere guardar un poco de conversación para cuando eso

suceda.

Me quedo un rato más viendo el cielo, no sale ninguna estrella porque está nublado, el frío se

intensifica y me levanto a prender la calefacción. A pesar de que estoy solo, ya no me siento tanto y

debo confesar que este nuevo sentimiento es... atrapante, como la voz de Isabel cada vez que la

escucho.

―¿Estás viendo en esto que estoy metido Nadine? ― Pregunto al aire.― Espero no te moleste, solo

son unos croissants.― Me justifico y regreso a ver mis archivos sin que esa emoción desaparezca

para luego, más tarde, irme a dormir.

***

Viernes, seis de la mañana, suena el despertador, lo apago y me pongo la ropa deportiva. Hoy toca hit,

hago mis 100 burpees mientras la voz del chico del noticiero retumba en mi oídos.

«Hoy es el día » pienso a mis adentros mientras reviso los mensajes habituales de Vivianne. Lo único Text © owned by NôvelDrama.Org.

que ha cambiado es que ahora no me pregunto como quiero el café, lo he cambiado a té, ya que

Isabel me ha dicho que la cafeína aumenta la ansiedad por lo que el expresso ha salido de mi vida.

Me ducho con agua caliente pero no ardiendo, salgo de la ducha, me envuelvo la toalla y me veo

frente al espejo, observo cada esquina de mi rostro y me fijo que solo tengo ojeras, no más, parece ser

que no me veo de cuarenta ¿eso está bien? ¿eso está mal? No me importa...

«Sí te importa» Pienso y paso unos minutos revisando mi piel por arrugas y otro poco mi cabello por

canas.

―¿Quién iba a pensar que me sigo viendo igual que hace diez años no Nadine? ―Murmuro.

Sonrió porque sé que ella en este momento me diría algo como. «¿De qué hablas? si eres come

años».

Salgo del baño, tomo un traje negro, me visto, me pongo un abrigo arriba y después de arreglarme los

últimos detalles.

«No irás vestido así al rato ¿o sí? » Pienso y volteo a ver un hermoso abrigo negro con botes dorados

un poco más corto, pienso en unos pantalones de mezclilla y una camisa de lana, no sé un look un

poco más relajado que el de un empresario.

Tomo mi móvil y mi cartera y para mi sorpresa hay un mensaje de Isa que me hace sonreír.

ISA

Disfruta tu desayuno, nos vemos al rato "Cuentan"

Me río porque así fue como me llama su repartidor. No le contesto porque sé que ese mensaje es sólo

para avisar, no para iniciar una conversación. Salgo de mi piso directo al auto y sin decir nada me dirijo

a mi empresa sólo para llegar y ver a Vivianne platicar con el chico que le gusta, no le digo nada. Entro

directo a mi oficina y veo el desayuno que todos los días me llevaban, me río al ver una rosa cerca del

empaque.

―Supongo que el de la rosa soy yo.― murmuro y abro el empaque. Un olor a miel y canela me llega,

hoy en el menú hay tostadas francesas.

Prendo el ordenador, aparece la foto de Nadine y mis hijos y sonrío.― Buenos días mi amor... hoy va a

nevar.― Murmuro beso mi mano para ponerla sobre la pantalla.― Te amo, los amo.― Y así inicio el

día.

Las horas pasan y me concentro en todo lo que tengo que hacer. Pro fin he logrado resolver el

problema, volví a tener una video llamada con Del Moral con el que volví a confirmar mi asistencia

para su hotel en la florida. Después tuve varias juntas, comí ligeramente y finalmente a las seis de la

tarde salí de la oficina para irme directo al piso y cambiarme de ropa.

¿Cómo será Isabel? ¿Tendrá el pelo largo? ¿Corto? ¿Será alta o bajita? ¿Con ojos azules o verdes?

¿Su voz se coordinará con su físico? Eso me viene a la mente mientras veo las calles pasar en frente

de mis ojos al ir al mercado de la boquera donde quedamos de vernos ¿estará igual de nerviosa que

yo? o estará como si nada esperando por mí.

Me bajo de la camioneta nervioso, me acomodo el abrigo negro con botones dorados que me puse

esta tarde y le dijo a mi chofer que me espere en un lugar donde pueda estar cómodo porque no sé

cuánto me voy a tardar. Me pongo los guantes de cuero negro y me acomodo la rosa en la pequeña

bolsa que tengo cerca del pecho y entro al mercado que parece ser bastante popular los viernes ya

que se encuentra abarrotado de gente.

Camino entre los locales de comida y las personas que vienen y van por los pasillos. Con mi mirada

busco a la chica del sombrero rojo que cada vez que veo algo de ese color hace que me corazón lata

un poco más fuerte. Sigo buscando, lo hago con cuidado viendo a cada una de las personas que

vienen y van y mientras pasa voy entrando un poco más hasta llegar al área de las flores.

Me quedo de pie un momento ya que si sigo moviéndome doy por hecho de que no la encontraré. De

pronto, como si todo fuera un acto de magia, el lugar se despeja y veo ese hermoso sombrero rojo que

me regresa la sensación caliente al pecho. Isabel se encuentra de frente buscándome con la mirada

como yo lo hacia. Por fin, ahí está la voz al otro lado del móvil, el número desconocido que me

acompañó por días... la chica del sombrero rojo con un clavel en las manos. Cuando mi mirada se

cruza con la de ella sonríe y todas las sonrisas que imagine no se comparan con la que ella me dio, es

más bella y más sincera. Isabel camina hacia mí y toca la rosa que llevo sobre el pecho.

―Hola Quentin.― Me murmura con los ojos brillando.

―Hola.― Contesto en un susurro dándole a "Número Desconocido" un rostro, que iguala su bello

nombre... Isabel.


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